martes, 27 de agosto de 2013

Ay, qué no daría yo por poder cambiar las cosas. Cuánto odio la circunstancia y cuán desagradable me resulta saber que a la larga no puedo cambiar nada.
¿Y por qué?
Porque no es recíproco, porque sé lo que diría, porque numerosas oleadas de viento nos separan, porque está mi eterno e inderribable orgullo en juego, porque no quiero tirar por la borda todo lo que construimos, porque va en contra de todos mis principios y porque... porque me da miedo.
Porque no tiene sentido enfrentar el miedo si se sabe de antemano que de todos modos no se va a conseguir nada a cambio.


Dije que esto no iba a pasar otra vez, y aquí estoy, sintiéndome morir por una esencia que no puedo alcanzar con los dedos... Qué ironía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario